issim es un espacio donde ser auténtica y estar en calma con tu cuerpo, tu mente y tus emociones.

Bio

Sobre mi

 

¡Hola! Soy Esther Bonet y te cuento por qué estoy aquí como terapeuta corporal.

Me gusta llegar a lugares profundos, con delicadeza y respeto. Así es como he trabajado conmigo misma desde los 15 años cuando empecé a tener un dolor físico intenso en la zona lumbo-sacra, sin una causa aparente. Cerré una etapa profesional de 10 años en consultoría de negocio con el propósito de acabar con este dolor, descubrir nuevas formas de abordarlo y ayudar a que otras personas no tarden tanto tiempo en encontrarse bien. Ahora tengo 38 años, soy madre de dos peques (2 y 10 años) y actualmente ofrezco espacios terapéuticos y muy placenteros para mujeres que deseen conectar con su cuerpo, permitiendo liberar tensiones y afrontar con serenidad, ligereza y alegría todo aquello que nos depara la vida.

 
 

 
 

A pesar de que me he formado específicamente en Medicina Tradicional China y masajes terapéuticos, mi experiencia vital con el dolor me ha llevado a probar multitud de terapias alternativas a la medicina alopática, incluyendo terapias corporales y piscoemocionales. El hecho de sufrir durante tanto tiempo me ha obligado a pasar por un proceso de autoconocimiento intenso y guardo en mi cuerpo no sólo el aprendizaje de estos años de formación en Shiatsu Contact, Kobido, Medicina Tradicional China, Anatomía y análisis del carácter desde el Eneagrama, sino también los más de 20 años que he vivido con dolor crónico.

Si nos vamos un poquito más lejos en el tiempo y me remonto a mi infancia, recuerdo cómo me atraían la teoría de Gaia y la astronomía. Tengo mucha inquietud por aprender y soy una persona observadora. ¡La verdad es que me gusta más escuchar que hablar! También me encantan la naturaleza y todos los procesos de vida y movimiento, por ello estudié Biología, impresionándome cada vez más por las plantas, el cuerpo humano y todo lo relacionado con la salud.

Me encantaría que me contaras algo sobre ti, así que ¡te animo a escribirme!

 
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MÁS SOBRE MI DOLOR Y LA LLEGADA

DE LA primera MATERNIDAD

Recuerdo el día que, durante las vacaciones de mis 15 años, acudí a mis padres para decirles que sentía un dolor que bajaba desde la parte inferior de la espalda hasta el pie. Era el nervio ciático. Aquel dolor decidió quedarse ahí y cada semana que pasaba, se iba haciendo más intenso. Fue realmente sorprendente aquel cuadro a una edad tan temprana, así que fui a varios médicos, traumatólogos, neurocirujanos, etc. El diagnóstico de sus pruebas era fácil de leer, lo que nunca supieron hacer fue ir más allá y tratar a la persona que tenían en la consulta. Siempre rechacé la opción de pasar por el quirófano. Estaba segura que cualquier cirugía hubiera roto algo irreparable dentro de mí. No sé qué parte de mi inconsciente o intuición sabía que yo tenía la suficiente fuerza, paciencia y perseverancia para resolver ese dolor por mí misma.

Pasé años buscando ejercicios que me fueran bien, también varias terapias como acupuntura y osteopatía y tiraba adelante. Uno de mis primeros terapeutas me dijo: “Tu dolor tiene una causa física, una emocional y un bloqueo energético de la zona pélvica. Hasta que no arregles estas tres cosas, no te encontrarás bien”. Cuánta razón tenía, aunque en aquel momento no supe cómo abordar aquello y tampoco encontré a la persona que pudiera acompañarme en el proceso.

Ese inicio, con 15 años, expresaba todo aquello que yo contenía y callaba inconscientemente. Y sí, mi columna vertebral era muy recta y tal vez eso empeoraba la parte baja de la espalda, pero era un dolor físico que respondía a una situación emocional.

A los 28 años, después de mucho trabajo personal cuidando el cuerpo y buscando respuestas con varias terapias, conseguí mejorar. Estaba contenta y me sentía fuerte, aunque el dolor no hubiera desaparecido del todo. Me atreví a buscar un embarazo… Pero fue horrible: el dolor intenso y limitante volvió en el tercer mes. Fue un disgusto vivir ese primer embarazo con tal malestar y si bien el espacio del feto y el peso del embarazo eran causas físicas evidentes, también se mezclaban emociones y cambios vitales.

El puerperio fue largo, nuestro hijo sufrió una insuficiencia cardiaca grave a sus 11 meses de edad y mi carrera profesional ya no me ilusionaba. Fueron unos años intensos y aunque la llegada del pequeño Jordi era una gran alegría, también convivíamos con desilusiones y sombras, con sus distintos orígenes y matices.

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Llegó un día que parecía que íbamos saliendo del puerperio y que Jordi ya estaba estable, con un corazón fuerte… Pero entonces fue mi cuerpo el que se volvió a quejar, el dolor volvió a aumentar otra vez con fuerza. Allí empezó mi última crisis, con 31 años, en la que el dolor era casi insostenible. Yo seguía con mi día a día… ¡ya no sabía qué más hacer! Pasar los días con aquella carga física era muy duro, por las mañanas “iba tirando” en el trabajo y por las tardes ya no tenía fuerzas para jugar con mi hijo.

¿Y qué pasó? Que no podía conformarme con aquel “ir tirando”, no quería llegar a la vejez, mirar atrás y verme con 31 años sin fuerzas, bloqueada por el dolor, sin disfrutar de la vida… ¡Mi alma sentía las ganas de vivir con alegría y entusiasmo!

Empecé a comprender que esto ya no iba de buscar a otro terapeuta, esto ya no iba de hacer un nuevo ejercicio, esto ya no iba de buscar más afuera. Y cambié el foco, llevando la mirada hacia dentro. Empecé a realizar pequeños cambios en mi día a día y poco a poco me di cuenta que la vida ya se encargaba de mostrarme lo que necesitaba. Un día me reencontré con una amiga que me habló de un centro de terapias complementarias y seguí su propuesta de tratamiento con un gran compromiso. Y allí:

  • Pude abordar el dolor, las emociones y los cambios vitales de una manera integrada, a través de un trabajo corporal, liberando poco a poco bloqueos energéticos acumulados desde mucho tiempo atrás.

  • En una de las sesiones, me vino la curiosidad por estudiar Shiatsu y en pocos meses ya empezaba las clases.

  • Al mismo tiempo comprendí que para que lleguen cosas nuevas, primero hay que soltar lo antiguo.

  • También descubrí que soy PAS (persona altamente sensible) y que ello explica tantas cosas…

Y así fue como recuperé la ilusión, aprendiendo una nueva forma de comprender el mundo.

Y así fue como decidí dejar mi trabajo, abrazando la incertidumbre.

Y así fue como el dolor se convirtió en algo más ligero, permitiendo que las cosas sucedieran.

Y así fue como volvió el brillo en mí, escuchando y dando espacio a mis deseos y necesidades.

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